El líquido escarlata bailaba
con cada movimiento de su muñeca
dentro de la copa de vino.
Sus ojos no miraban
nada en particular,
simplemente contemplaban
su realidad.
Mientras fumaba,
porque no podía ser perfecta,
deslizó que estaba confundida
y que quizá yo era parte de esa confusión.
Ahora que puedo mirar al pasado
tras el abismo que solo abre el tiempo
reconozco que me simpatizaba su forma de ser.
La declaración de guerra
flotó en el aire
por un largo rato,
pero ninguno movió sus tropas
esa noche.