Subir y soñar, pruebas que propone la vida imperfecta

“Yo escuchaba que los médicos decían que me iba a morir”.

Pasaron 18 años y Mariana Pandolfi aún recuerda cosas que dijo la gente a su alrededor, mientras ella estuvo en coma primero y luego en estado vegetativo.

Fueron 55 días en el Hospital Municipal, desde el domingo 25 de agosto de 1996 hasta el 18 de octubre.

Aquel domingo, después de las 3, Mariana, su novio y otros 2 chicos salieron del boliche “Chocolate” y se fueron en un jeep que volcó al morder un cordón en Urquiza casi Rodríguez.

Mariana tenía 17 años y no llevaba puesto el cinturón. Salió despedida. Y pareció que solo había sufrido unos raspones. En el hospital, cuando ya habían pasado más de 2 horas, le pidió a su mamá que no la retara.

Y entonces se empezó “a apagar”, según dice hoy su madre, María Ofelia García.

Por los golpes del accidente los hemisferios del cerebro de Mariana se movieron en 2 direcciones distintas y esto le provocó una lesión axonal difusa post traumatismo encefálico grave. Es decir: una lesión en los conectores entre neuronas que le impide al cerebro “dar órdenes” con normalidad. No afectó su capacidad cognitiva, pero le dejó, como principales secuelas, movimientos involuntarios en todos los músculos de su cuerpo y falta de equilibrio.

No puede tomar mate sola ni servirse un vaso de agua. Tampoco escribir con un teclado ni leer mucho, porque el movimiento de sus ojos le produce una visión distorsionada.

Siempre tiene que haber alguien cerca para ayudarla.Pero igual Mariana participa de un grupo de danza inclusiva, hace acrobacias aéreas con Mauro “Pitu” Blázquez y sueña con ir a ShowMatch.

—Querer es poder —dice y lo remarca pese a que el paso de los minutos de charla la fatigan, afectando sus cuerdas vocales y dificultando su habla.

***

—¿Qué es lo último que recordás de ese día?

—Que me estaba pintando.

Cuando pasó lo que pasó, la provincia de Buenos Aires acababa de estrenar el límite de las 3 para el cierre de boliches, bares y afines. Lo había decretado el 3 de junio de 1996 el entonces gobernador Eduardo Duhalde.

“A eso de las 5 nos llamó el novio de Mariana para contarnos qué había pasado —relata la mamá—. Fuimos al hospital y ella nos habló en forma coherente. Menos mal que estaba ahí… Si venía a casa y se acostaba, aparecía muerta”.

Seis horas después del accidente Mariana estaba en terapia intensiva con respirador artificial.

En los 55 días de internación María Ofelia trató de estar todo el tiempo con su hija. Cuando las dejaban solas, le contaba cosas de su infancia y le ponía música.

—Yo la escuchaba —cuenta Mariana, pero la mamá indica que no podía dar señales.

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“Estado vegetativo persistente”.

Eso decía el papel del alta que le dieron a Mariana el viernes 18 de octubre de 1996 para que sus padres pudieran sacarla de ahí.

Según la declaración de la Asociación Médica Mundial (vigente entre 1989 y 2005), tal diagnóstico implicaba que el cuerpo de Mariana se había despertado y dormido durante semanas, pero no demostraba presencia de función cognitiva o respuestas a estímulos externos.

Al día siguiente, en su casa de La Falda al 200, su mamá cumplió años. Y al otro, justo el Día de la Madre, la familia notó que algo distinto sucedía.

“Ese domingo ya tuvimos unas señales —dice la mamá—. Para nosotros Mariana ya no estaba en estado vegetativo”.

¡Mariana se había reído! En su cuarto alguien contó un chiste y Mariana se había reído.

“¡Entiende!, le dije a su neurólogo. No nos podíamos comunicar, pero ella entendía”, sigue evocando la mamá.

El médico probó entonces con explicarle a decir sí o no, abriendo y cerrando el único ojo que podía mover: lo único que controlaba de su cuerpo.

Mariana hoy sostiene que ella salió del estado vegetativo para poder “estar” en el Día de la Madre.

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—Yo tuve otra vida, que era perfecta, y de un día para otro se me derrumbó toda la torre.

Desde que salió del estado vegetativo Mariana no para de hacer lo que sea para recuperarse todo lo posible.

“Fueron momentos difíciles —dice la mamá—, pero también de alegría: se puso toda la energía en la rehabilitación”.

El objetivo del tratamiento es mejorarle la calidad de vida y que en el futuro su cuerpo pueda afrontar algún procedimiento novedoso.

En estos años (ya van más de 18…) la llevaron innumerables veces a Buenos Aires para que la vieran especialistas e incluso intentaron tratarla en Estados Unidos y en Canadá, pero no hubo caso: no había posibilidad de operación.

“Ahora no puede hacer mucha actividad de rehabilitación seguida, porque si se cansa comienzan los movimientos involuntarios”, explica la mamá.

A excepción de alguna contractura por estar mucho tiempo en la misma posición, Mariana no siente dolor gracias a los remedios.

—Pero los medicamentos me aplacan un montón… —se queja Mariana.

Su mamá agrega que el día que hace actividad física no puede hacer otra cosa. “Hace eso 5 minutos y después, listo”.

Las dos se lamentan: la lesión de Mariana tiene apenas 3 milímetros, pero está en la parte del cerebro que controla el equilibrio y los movimientos. Con rehabilitación se le puede enseñar al cerebro a usar caminos alternativos para superar otras lesiones, pero la de Mariana no.

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—¿Cuál es tu película preferida?

—Milagros inesperados.

Tom Hanks protagonizó el filme, en 1999, inspirado en una novela de Stephen King, en la que interpreta a un oficial del “corredor de la muerte” de una cárcel estadounidense. En ella, uno de los reclusos que espera la pena de muerte tiene poderes sobrenaturales que le permiten sanar a la gente, sin importar su dolencia.

Mariana no pudo terminar el secundario como los demás, lo completó libre después. Su problema en la vista la desalentó de seguir una carrera larga, pero no le impidió realizar un curso de cine, algo que le gusta. A sus películas favoritas se suman La vida es bella y Cinema Paradiso.

En cuanto a sus gustos musicales, disfruta de los clásicos y los lentos de los años 80. La canción Zona de promesas, de Soda Stereo es una de sus predilectas y el tema Lo que soy del bahiense Abel Pintos la “pinta” tal cual es.

—Hay que luchar cueste lo que cueste— afirma.

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—Soñé que alguien me aceptaba por cómo soy.

Mariana señala que el proceso de aceptación de su nueva situación después de lo que pasó fue “lento, pero no traumático”.

—Yo podría haber estado peor, pero realmente no tuve crisis grandes. No fue nada de quedarme tirada en la cama llorando por lo que pasó, pero hay que pensar que tuve otra vida.

Con sus sueños, por ejemplo, dice que estuvo entre 5 o 6 años soñándose como era antes del accidente, con su “vida perfectita”.

—Después es como que me encontré y fui asimilando que había tenido un accidente.

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Para Mariana, lo que le pasó no fue un castigo, no lo siente así.

—Soy una persona más en el mundo y como me pasó a mí le puede pasar a cualquiera. Eso lo tienen que tener todos en claro. Nadie está exento.

No es practicante religiosa, pero fue a un colegio católico y cree que algo la ayuda todos los días a levantarse.

—Llamémosle Dios o lo que sea, hay una fuerza que a mí me ayuda.

Durante el tiempo que lleva de recuperación, Mariana se apoya en su familia y en sus amigos, a los que describe como un pilar.

—Tengo los mismos amigos que a los 17 años, sin ellos no podría haber salido adelante.

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Para tener una actividad fuera de su rutina, Mariana se unió en 2005 a Pulsiones, el grupo de danza inclusivo de la Universidad Nacional del Sur. Además, junto con Mauro “Pitu” Blázquez desde el año pasado hacen un espectáculo de acrobacias en un aro a 5 metros de altura.

—No me doy cuenta de que estoy a 5 metros.

Mariana confiesa que se siente “re libre” cuando está junto a Blázquez en el aro y que él le da seguridad.

Los dos se presentaron varias veces en el Teatro Municipal y por su participación en el marco de la obra Desgravitar, fueron reconocidos en el Concejo Deliberante junto a Los Chopen, todo el Grupo Pulsiones y Ojo en Foco Films.

Y eso no es todo. También junto a Blázquez crearon el grupo en Facebook Sueño Mariana Pandolfi – Pitu Blazquez, que ya tiene más de 9.000 miembros.

¿Cuál es el próximo sueño? Por ahora, poder llevar su espectáculo al programa ShowMatch y llegar a ser presentada por Marcelo Tinelli.

Muy lejos de aquella madrugada de 1996, Mariana sigue aferrada a sus proyectos, convencida de que “querer es poder”.

Su mensaje: Evitar la comodidad

Mariana pasó más de la mitad de su vida en rehabilitación, pero eso no le impidió intentar superarse y animarse a hacer cosas nuevas.

—Al que sufre una adversidad yo le diría que no se quede en la comodidad de decir: “Uh, me pasa esto”. Y solo sufrir, sufrir, sufrir…

Ella cree que le puede pasar a cualquiera lo que le ocurrió a ella y que hay que tener eso siempre presente en la vida, sobre todo a la hora de tomar decisiones.

—A los problemas hay que tratar de pasarlos y que nada sea un impedimento para estar mejor, para salir adelante.

Mariana afirma tener mucha resiliencia, una definición de la psicología positiva que consiste en la capacidad de sobreponerse a períodos de dolor emocional y sufrimiento. En algunos casos, según indican los profesionales, la persona puede salir fortalecida después de un episodio traumático.

En el caso de Mariana, no recorre sola ese camino de superación personal.

Además de su familia y sus amigos, cuenta con la compañía incondicional de su perro “Roco”, un labrador de 10 años que está siempre con ella.

“Es el amigo íntimo de Mariana. No tiene entrenamiento, pero la cuida. A tal punto que muchas veces no deja que la gente se le acerque. A mí solo me ama cuando le doy de comer, después está siempre con ella “, dice su mamá.

—Ya tiene “canitas”, está medio viejito el pobre —señala Mariana mientras su mascota se acerca dócilmente para que lo acaricie.

Nota: esta crónica fue publicada originalmente en La Nueva.

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