Me engulle como el vacío 
al paracaidista, 
como el mar a las rocas 
que arrojan los niños desde la playa.
Y no tengo ningún control bajo el sol, 
soy un peón en la línea de fuego 
de una reina sedienta de conquista.
¿Qué mano determina 
los movimientos que hago? 
Porque me entrega al matadero 
y me deja sin opciones.
Ya sin desconfianza 
abro los portones 
y festejo por los cientos 
de caballos de madera 
que me regalan.
Mañana arderá la ciudad, 
que tanto costó construir,
y sus historias se reducirán 
a una noche, a unas llamas.
Hoy sopla un viento fuerte, 
el cielo amenaza tormenta 
y algunos ojos 
siguen cubiertos por un velo.