Para Desirée, que entiende

Se llevaba el mar
los restos del naufragio
y en la playa solo quedaban
los vestigios de lo que fuimos.

Podíamos rendirnos
y dejar que los cangrejos
y las gaviotas se llevaran
lo que nos quedaba.

Carne y piernas débiles,
la sed del que bebe agua salada
y un par de prismas en las mejillas.

Pero en vez de cerrar los ojos
cerramos los puños
y elegimos el camino difícil,
el del que se levanta.

Hoy, desde la cima,
se ven distantes
las tormentas
y las derrotas.

Aunque no se olvidan
las heridas
ni el sendero
en la ladera de la montaña.

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