Para Anita
El vidrio se empaña levemente
y en el exterior
las gotas comienzan a trazar
formas aleatorias.
La lluvia
siempre alimenta
de una manera barroca
la clepsidra de nuestra vida.
El suelo revive,
pero entre las sombras
las almas comienzan su encierro
para no mojarse.
En el silencio
siempre vive
alguna reflexión errónea,
que nos arrastra
a ese último recuerdo.
Esa cadena que nos hunde
al fondo del mar
y no tenemos la fuerza
para quitarla.
La soga que rodea el cuello
y nos seduce a la muerte
como una serpiente.
Un laberinto circular
donde cada camino
lleva al centro
y ninguno a la salida.
Esa última palabra,
la cicuta en boca de Sócrates,
el beso en los labios de Julieta.
Y mientras tanto,
el reloj de agua se vacía,
como el rocío se evapora
al aparecer el sol.