Es tu estrella la guía
de cada uno de esos
temerosos caminos que tomo.
Pero siempre me pierdo
porque su luz se apaga
en la parte más profunda
de la noche.
Cuando más la necesito
me deja en tinieblas
y tengo que tantear el suelo
para saber dónde estoy.
Pero el silencio trae
una sabiduría
que no es posible conseguir
a los gritos,
ni en los pasillos
de las universidades.
El resto son todos supuesto.
Tal vez la luz nunca existió
y yo idealicé una estrella
o me quedé ciego
y ya no pude verla.
Tal vez el laberinto
es mi propia mente
que teje redes
para que me pierda
sin moverme nunca del mismo lugar.
Tal vez nada de esto sea verdad
y lo único real sea un poema
que habla de imposibles.
No creo que Irene,
Olivia
o Mariana
sean capaces de llenar
las sonrisas que me faltan.
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