Nos mienten
cuando nos dicen
que con el adiós alcanza
y comienza una nueva historia.
Viven en nosotros esas pequeñas fotos,
retratos de aquel o aquella
que nos dejó o echamos.
Están esos gestos con la boca
que no eran nuestros,
esos movimientos de ojos.
El gesticular con tal o cual mano,
el terminar una frase con un chiste.
Nos mienten y nos engañan,
porque estamos débiles
sin saber qué hacer.
Entonces aparecen los manipuladores,
los indeseables que sienten
a la distancia el dolor.
Uno sospecha que su placer
reside en aprovecharse,
pero nos equivocamos,
existe en la satisfacción
ante el abuso del penar ajeno.
Huirán como ladrones por la noche,
como preludio de una cacería renovada.
A los despojos de la primera pérdida
se sumará la basura de los abusadores.
Se apilarán los despojos de nuestra vida,
mientras nos sumimos
en los vestigios
de lo que no superamos.