Se esconde
en algún recóndito
lugar de mis sueños
el hermético motivo
de mi perseverancia.
Un día de lluvia,
enemigos por todas partes.
Ninguna alternativa de escape.
Una única posibilidad:
luchar hasta el final
y el milagro.
La tarde otoñal que
nos rodea lento
y nos asfixia
en un desesperado
grito de vida
previo al fatal invierno
pero con la esperanza
de la no tan lejana primavera.
El ocaso de la rosa
que pierde sus pétalos
inexorablemente
en la tibieza de una tarde
que no se conmueve por ella,
pero no sabe que muere
y la ignorancia es su consuelo.
Un juguete roto
en el fondo de un cajón,
olvidado por las sombras
y los dedos, que recuerda
el día previo a su ruptura
y sonríe.
Esas situaciones
no me entienden,
pero sus protagonistas
sí.