Desde el auricular
sonaba una ceremonia religiosa,
el Indio encabezaba la misa.
Afuera llovía,
pero no importaba,
la promesa que ofrecían
tus brazos era capaz
de protegerme de cualquier tempestad,
cuánta nostalgia.
Los plazos me exigen
entregar un poema más,
es mi alivio y mi tortura,
despertar la locura
de los corazones que se abren
ante mí.
Desde lo lejos alguien me llama,
pero lo ignoro,
estoy reflexionando
sobre las temáticas
que me agradan.
Tengo amigos invisibles,
que quizá nunca vea,
pero que desde lejos sienten
lo mismo que yo al escribir,
aunque leyendo.
Una escena en particular
siempre se rememora
en cada memoria,
la mía tiene que ver
con una rosa roja y un beso.
Christo me comenta los ardides
que inventa frente a las
dificultades de la vida
y siempre es capaz de robarme una sonrisa.
¿Seremos, acaso,
demasiado raros
como para conformarnos
con lo que nos toca?
Sin género ni orden,
es difícil
que la respuesta
aparezca.
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