Hay una historia oficial,
esa floreada
que cuentan
los que ganan.
También está
la otra historia,
que ahora está de moda,
la versión paralela de los derrotados.
El mundo se queda
con esos romanticismos,
del bueno y el malo,
del blanco y el negro,
pero nosotros,
los grises,
no entramos
en las calificaciones
de ángeles y demonios.
Los exiliados del podio,
que no llegamos a cuartos
o quintos puestos,
nos perdemos con el tiempo
y nos evaporamos de los recuerdos
de los observadores.
En algún lugar existe un reino,
cuyo trono es ocupado por un rey
que a su lado tiene una reina.
Esa reina desechó a otro rey
y allí muere el relato.
Pero también estuvo
el viejo amor infantil
y los demás nobles
que nos acercamos a la princesa
para ser olvidados sin mayores penas.
Es cierto,
a lo sumo son las dos historias
las que importan,
ganador y perdedor,
pero nada evita
que hoy a mí me duelan las alternativas,
las que nunca estuvieron
cerca de ser escritas.