En el momento que las palabras
empezaban sobrar,
acaricie suavemente
sus rubios cabellos y miré sus ojos,
o ella miró los míos.
Muchos creen que el primero
es el más importante,
pues habla de cómo serán las cosas.
Un poco más
de diez centímetros
nos alejaban
de esa epifanía.
El silencio
nos fue cubriendo
mientras pasaba
lentamente el tiempo
y ambos ganábamos terreno.
Todo oscureció
y sólo restaba esperar
a que algo suceda,
en ambas tinieblas.
Entonces el mundo se iluminó
en mis ojos cerrados,
el camino había terminado.