En algún lugar
hay una esperanza
que me espera.
Todos buscamos las respuestas
más allá de nuestras posibilidades
y el cielo suele estar a nuestro lado.
Pero, como en todo,
los pesados dolores
del existir nos arrastran
inexorables, inflexibles.
El camino parece infinito,
y lo es, nunca se está donde se quiere,
es la naturaleza del hombre.
Miro el cielo y le suplico
a la luna que por una vez
extienda su mano maternal
y me acoja en su pecho.