Hay en un jardín, que no puedo mencionar, cierta rosa que es la luz de mi vida. Tal vez no sea la que tenga los pétalos más grandes. O su compás con el viento no sea armonioso. Quizá su fragancia no es muy fuerte. Sus espinas, eso sí, son muy largas.

Lo reconozco, existen flores de belleza extrema, las observo seguido. Tan impresionantes son que a uno le da miedo tocarlas, acariciarlas, olerlas, porque cree que de esa manera se pueden romper y dejar de ser perfectas.

Pero siempre mis ojos terminan en ella. Es mi único fin. Daría todo porque tan solo un día, de lluvia o de frío, me ofrendara su rocío. Aunque no pasa, aunque no pase, lo seguiré esperando. Mientras, me conformo con admirar en secreto tu perfecta imperfección.

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