Es cierto, el error fue mío y por consiguiente toda la responsabilidad. No es que quisiera herir a nadie, pero en algunos momentos de la vida se cruzan muchas cosas por delante como para no actuar. El resultado es evidente: algo se rompió y nadie puede ver ni comprender el dolor.
Las palabras no siempre alcanzan, los consuelos se vuelven inútiles y la esperanza toma una dimensión desmesurada que no será capaz de satisfacer nada, nunca. Es tonto esperar el futuro, vivir del pasado, desconocer el presente. Pero este último, la supuesta clave del alivio, la realidad, tiene grandes zonas grises que nos arrastran de a poco hacía sitios desconocidos, tortuosos. ¿Cómo vivir el presente si se está en el infierno?
El día y la noche, ambos conspiran para que en cualquier momento, sin siquiera avisar, aparezca la evocación de aquella causa, aquella persona, que duele. Entonces, uno recuerda el error, la responsabilidad, las heridas y esa cosa que gira como una rueda y que algunos llaman destino y otros karma.