El sol y la sombra me remontan a esa historia perdida, tan mía como el evasivo color de mis ojos o la sonrisa en mi rostro ante un buen libro. Ese recuerdo está y es en mi memoria como la espina es a la rosa.
¿Qué otra cosa existe? ¿Cómo entender algo más? El dibujo de tus labios en una copa, fotografía de mi vista. Ese peluche que duerme contigo. Esa última palabra en el adiós. Todas son cosas, ahora, que se prolongarán en el tiempo más allá de nuestros destinos. Cada una de ellas dejará una marca en el mundo, como el anillo de Menelao, la fracturada espada de Atila o el juguete de un niño que luego fue Alejandro.
Sin embargo, en el momento se perdieron. Ironía de la vida que condena el presente al olvido. Misterio anhelado el pensamiento de esa rosa que quiere ser algo más que una rosa. Otras plantas te observan, con envidia, deseando ser como tú. Mientras tanto, me remito a pensarte, rosa, para alejarla a ella de mi corazón.