Amiga, me castigas con tu silencio. Ahora sólo hay una solitaria nube gris, de tormenta, en mi cielo. La felicidad es un bien escaso y, ciertamente, no se puede desear a todo el mundo.
Nuestras almas divergen en un océano de posibilidades. La tuya es firme, como una roca. Ha sufrido el desgaste del tiempo y de los males, pero sigue allí, a la espera de algo que no conozco, ni imagino. Mi alma, en cambio, es como aceite en este mar. Se adapta, se mueve, viaja, corre, discurre, mas no espera llegar a ningún lugar, no hay sitio para ella. Tampoco se mezcla con el agua salada, la evita.
Los años escribirán en ti y yo me perderé en la corriente. Me queda el sol compañero de las tardes y mis sueños, en las noches. Igual, mi Utopía, si lees estas líneas, no me olvides. Has que mi nombre sea un nuevo mandamiento.
El despertar será triste, pero la historia me devolverá el lugar que me has quitado.
Velada de verano