Nuestro paraíso se convierte en desierto y ya no queda agua, ni humedad, para lágrimas. Será la soledad nuestro destino, tus palabras y te marchas. El que espera sufre mucho más que el que se va.
Tal vez no confiaste en mis disculpas, no hiciste mal. Pero otra cosa no podía dar. Ahora, solo nos quedan las puertas de cada uno y nos miramos sin vernos. Hay un extraño rumor que habla de tu amor y mi corazón que se parte y el diario en la mesa describiendo vaya a saber qué, si total ya nadie lee. Siempre tendremos París.
El mundo me dice que me equivoco, pero él ya se ha equivocado antes. La historia me redimirá y mientras viviré cual paria social, aislado del resto. Sin ese oasis que era tu presencia. Puede que no todo esté perdido y sin embargo, esa duda, esa incógnita que me carcome, destruye lo que creo y me obliga a pensar en otra cosa.
Niños que no comen, personas analfabetas, gobiernos corruptos, censuradores, asesinos y violadores sueltos, genocidas, armas de destrucción masiva, enfermedades terminales. Tantas cosas para distraer mi atención, para ocupar mí tiempo. Pero, como en todo hay un pero, yo solo pienso en cada momento, que tu rostro se vería mucho mejor con un sombrerito.
Lo que queda