Vedado misterio para el vulgo, que de cuestiones de dioses no entiende. Pero nosotros sí, porque estamos más cerca que cualquier otro mortal de ellos. Creamos mundos, puede que por vanidad o por tristeza, para tener dónde escapar. Son estos orbes el resultado de enigmáticas composiciones mentales, que nos acercan a la locura muchas veces. Damos vida, por más que nuestros peones no escapen del tablero, tampoco lo hacen en el ajedrez. Damos muerte, pero no sentimos (casi nunca) remordimientos ni lástima, al menos no aquellos que están, como yo, cerca a lo Eterno, que no lamenta la pérdida de un cabello o la vida de alguien que puede morir. Es este borrador la máxima expresión humana de cercanía a lo Divino. Por otro lado, ¿dudarán mis personajes de mi existencia?

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