El desierto y tu sombra (Eliseo Anderssen)

La foto sobre la mesa, el vago recuerdo. Lo perdido, hace tiempo marchito en el tren de mis sueños, vago recuerdo. La distancia que necesité hoy se hace inmensa. Se han degradado los sentimientos que antes tuvimos, que tuve. Pienso en el hombre que se sacrificó por todos y también me pregunto de qué me sirve hoy, que sufro.
La pena puede ser inmensa, pero no es capaz de detener aquello que yo deseo. Estoy solo, en este mar de gente, y lo sé. Puede que dudes de mí, de lo que soy y de lo que fui, mas tienes la certeza de lo que seré y lo que podré alcanzar. Vacío y mítico futuro, lleno de ambiciones y miserias.
Las flores posan hoy en mi jardín, se ofrecen a mí, gozosas y deseosas de mi atención. No es lo mismo, no lo siento así, deseo, irónicamente, aquello que me hizo sufrir y los modelos de belleza ya no caben en la mente del perdido soñador. Patéticos somos los humanos, vuelvo a aquel hombre que vio de lejos la Trinidad. ¿Acaso hoy estoy en su lugar?
La prueba es difícil, siempre es más y más difícil. Algunos dicen que esto es así para que el don, la recompensa, que se nos da luego sea mayor. Y aparece mi tío en mi mente diciendo que prefiere tomar el café amargo. Yo deseo lo dulce, pero si no hay posibilidades…
Abandonamos lo que buscábamos, eso es seguro. La guerra nos arrastró a todos nosotros, hermanos, a tétricos parajes donde luchamos con cosas que no conocíamos. No había esperanza de volver al hogar. Puede que por eso, tu imagen se acrecentó de manera virtualmente infinita.
Pero se sigue estando lejos, cada vez más y más lejos. Tu imagen volvió a mí ese día, donde el monstruoso animal de fuego apareció ante nosotros. Debí morir esa tarde y no debo haberme enterado. Los secretos que guarda mi mente lo confirma, estoy perdido y no sé cómo regresar. Bienaventurado aquel que antes de salir a cambiar el mundo da tres vueltas alrededor de su propia casa.