Los dioses no juegan dados. Él la miraba en secreto, puesto que ella desconocía su existencia. No era difícil explicar la situación: no tenía nada para ofrecerle al mundo, tan sencillo como eso. Ella, en cambio, era el centro de admiración y adoración de decenas, quizá centenas de personas. Un día decidió romper el silencio,…